Siempre escuché decir que la muerte de un hijo deja una huella de dolor que por siempre estará grabada en el corazón de sus padres. Que taladra el alma. Que causa un dolor infinito no comparable con otro. Sólo entendido por quienes son padres. Una parte de ellos se va junto a su hijo. Es que esta muerte va en contra del orden natural de la vida. Por eso, su partida te lleva a transitar una crisis vital profunda en la que todos los principios filosóficos, espirituales y sistema de valores que hasta entonces te guiaban quedan en stop absoluto. Entonces, nos preguntamos: ¿es posible prepararse para la muerte de un hijo?
Casa de Cuervos
El 29 de febrero de 1996, Lorenzo de Szyszlo, el hijo menor de Blanca, protagonista de su intenso poema “Casa de Cuervos”, murió en un fatídico accidente de aviación. Freud dice que el dolor más grande que puede sufrir un ser humano es el de la muerte de un hijo, y yo le creo. Esa inmensa desgracia cambió la vida de Blanca, quien prohibió a sus amigos darle el pésame, y recordarle a su hijo querido. Según se cuenta dijo: “Ya casi Lorenzo entró en el mismo ámbito de la poesía”. Llevándola a apartarse del mundo fastuoso que la rodeaba y refugiándose sin querer ver a nadie en su casa de Barranco.
Pocas veces se dejó ver en público y cuando lo hacía, sobresalía en ella un eterno rictus de dolor que la acompañaría hasta la muerte misma. Solo tres años después ella escribía en “Concierto animal”: Si me escucharas/ tú muerto y yo muerta de ti/ si me escucharas/ hálito de la rueda/ cencerro de la tempestad/ burbujeo del cieno/ viva insepulta de ti/ con tu oído postrero/ si me escucharas.
Después vinieron los premios internacionales que la terminaron de consagrar, el “Octavio Paz” y el “Reina Sofía”, un magro consuelo para tanto dolor. En marzo del 2009, Blanca dejó este mundo para entrar a la inmortalidad.
La poesía de Blanca Varela es en muchos sentidos un martirologio, pero también una resurrección. Tal vez ese sea su gran legado para las madres de hoy, mas allá de su poesía misma.
Recuerdos desde París
Fue en su estancia en París, donde viajó el mismo día de su matrimonio, la causa de su gran nostalgia por Perú. Cuando el Perú le hacia una enorme falta. Y a la vez le daba una gran fuerza. Algo absurdo y contradictorio que se sienta nostalgia estando en países tan hermosos. Blanca sintió la enorme diferencia estética y cultural en Francia y llegó a sentirse en Europa como una provinciana, ante una enorme cultura que solo conocía por los libros. Aliada con su amigo y esposo el pintor Fernando de Szyszlo, con quien se había casado y tuvo dos hijos, la poeta recorrió los talleres, las salas de los museos como el LOUVRE, las universidades y los cafés.
Fueron los días grises de parís donde Blanca sintió profunda añoranza por el terruño. Ese sentimiento de sentirse foránea la inspiró para escribir el poema Puerto Supe, dedicada a la bella localidad costeña ubicada en el norte de Lima. Cuyas hermosas playas como LA ISLA, EL FARO son bañadas por el océano pacifico; su caluroso clima y la hospitalidad de su gente, le sirvieron a Blanca como escenario paradisiaco para la creación de su más celebrado poema. La poetisa pasaba largos veranos en Puerto Supe y se hospedaba en casa de Celia Bustamante, quien fue la primera esposa del gran José María Arguedas. El recuerdo de esas temporadas veraniegas junto a los amigos, la acompañaron por el resto de su vida.
Blanca Varela, no se consideraba una poeta y menos pensó en publicar. Escribía para ella no para el resto. El escribir le resultaba una catarsis y una forma de expresar su voz. En una oportunidad declaró: a veces se hacen tonterías y a veces se hacen poesías. No sé si son lo mismo.
Ese Puerto Existe
En Paris trabó amistad con Octavio Paz, quien fue de una enorme generosidad con ella, siempre le preguntaba si había escrito y ella le mostraba lo que escribía. Tiempo después el matrimonio Szyszlo -Varela regresó a Lima. Pasaron diez años y Blanca volvió a ver a Octavio Paz en México. Él le preguntó si tenía suficientes poemas para hacer una publicación; pues, al premio nobel le interesaba lo que ella escribía. Poco a poco Blanca le fue enviando material poético y es así como salió a relucir el poema Puerto supe. Con este poema abrió su poemario. Cuando Octavio Paz le preguntó sobre el título de su libro ella le respondió: Puerto Supe, al escritor no le gustó el título exclamando: pero ¡Qué nombre tan feo! Y ella respondió con una voz casi exasperada: “Pero, Octavio, si ese puerto existe.” Él sonrió, siempre atento a las insinuaciones de la poesía en el habla diaria: “Ese es el título, Blanca, ya lo tenemos.”
Ese puerto existe (1959) fue el primer libro de Blanca Varela. Lo publicó, “un poco contra su voluntad, casi empujada por sus amigos”. Fue impresa por la editorial de la Universidad Veracruzana en su colección “Ficción”, con un prólogo afilado y clarividente de su amigo Octavio Paz.
Brisa de inspiración
El mágico sosiego de este apacible distrito porteño sirvió además de inspiración a muchas personalidades como José María Arguedas, Sebastián Salazar Bondy, Emilio Adolfo Westphalen, César Cueto, Tilsa Tsuchiya; Luis Banchero Rossi, etc.; quizá todos ellos encontraron en este balneario, lo que los actuales habitantes no acabamos de entender: esa enorme paz y aura de tranquilidad que lo rodea, convirtiéndolo en un bonito lugar para pasear, descansar, arrullados por el canto interminable de su mar. Ese Puerto existe…no lo dejemos morir.